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Primera médica mexicana


Aunque las mujeres hemos sido participantes muy activas del desarrollo de la humanidad a lo largo de los siglos, no siempre ha sido fácil que la sociedad en su conjunto, acepte y apoye los cambios necesarios para insertar a las mujeres, en lo que se ha considerado labor de hombres. Sin embargo, ha habido ejemplos de mujeres tenaces que han logrado destacar en campos de supuesta exclusividad masculina.

Por ello, en esta ocasión presentaremos la historia de la primera mujer mexicana que obtuvo el título de doctora en ginecología y obstetricia, Matilde Montoya Lafragua, quien nació en la Ciudad de México un 14 de mayo de 1859, una época histórica de mucha inestabilidad política en el país, cuestión que afectó la vida económica y educativa de la nación; además su padre, José María Montoya, era un hombre tradicional que no dejaba que su esposa saliera de casa, ni quería que su hija recibiera educación académica.

La mamá de Matilde Montoya, Soledad Lafragua, dedicaba su tiempo a las labores domésticas y a enseñar a su hija la lectura y la escritura de manera que, desde sus primeros años, Matilde se convirtió en una ávida lectora. A pesar de su incomprensión, su padre permitió que la niña estudiara los tres primeros años de primaria y “educación superior”, que correspondía a los tres siguientes años, de acuerdo a los programas educativos de la época. A los 11 años quiso inscribirse en la Escuela Primaria Superior, lo que hoy día se conoce como secundaria, cuestión que le fue negada debido a su corta edad, así que la familia optó por recurrir a profesores particulares y a los 13 años, presentó el examen oficial para maestra de primaria, el cual aprobó sin dificultad pero, por su edad, no pudo obtener una plaza de maestra.

Tras la muerte de su padre, Matilde se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina a la cual no pudo asistir debido a dificultades económicas; por ello optó por inscribirse en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad. Una vez que concluyó sus estudios, recibió el título de partera y se trasladó a Puebla donde ejerció esta profesión con sólo 16 años de edad.

Bajo la tutela de los doctores Luis Muñoz y Manuel Soriano se preparó como auxiliar de cirugía, sin embargo, algunos médicos iniciaron una campaña de descrédito a través de la prensa poblana, tachándola de “masona y protestante”.

Aun así, pidió su inscripción en la Escuela de Medicina, presentó tesis de su recorrido profesional y cumplió con el requisito de acreditar las materias de Química, Física, Zoología y Botánica, con lo que aprobó el examen de admisión; pero la presión social y las constantes críticas de la prensa, la hicieron regresar a la Ciudad de México, donde finalmente y, por segunda vez, solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina y fue aceptada –tenía 24 años-- por el entonces director el doctor Francisco Ortega en 1882.

También en la ciudad de México encontró críticas y quienes apoyaban a Matilde fueron llamados “los montoyos”. Sus oponentes presionaron para que se cuestionase su educación particular y le comunicaron que le faltaba revalidar las materias de latín, raíces griegas, matemáticas, francés y geografía y por esta razón, la dieron de baja del programa de medicina. La joven solicitó a las autoridades que le permitieran cursarlas, por la tarde en la Escuela de San Ildefonso. Su solicitud fue rechazada porque, en el reglamento interno de la escuela, el texto señalaba “alumnos”, no “alumnas”.

Desesperada, Matilde Montoya escribió al Presidente de la República, General Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al Secretario de Instrucción Pública y Justicia, Lic. Joaquín Baranda, para que recomendara al Director de San Ildefonso dar facilidades para que la Srita. Montoya cursara las materias en conflicto y no le quedó más remedio que acceder.

Tras completar sus estudios con buenas notas y preparar su tesis, Matilde Montoya solicitó su examen profesional. Nuevamente se topó con el obstáculo de que en los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina se hablaba de “alumnos” y no de “alumnas”, por lo que le fue negado el examen. Una vez más, dirigió un escrito al Presidente Porfirio Díaz, quien decidió enviar una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina y pudieran graduarse mujeres médicas. El Presidente Díaz emitió un decreto para que se realizara el examen profesional de Montoya, el 24 de agosto 1887. De esta forma logró lo que anhelaba.

Matilde Montoya es considerada la primera médica mexicana. En 1925, ella y Aurora Uribe, fundaron la Asociación de Médicas Mexicanas. Matilde Montoya trabajó en su consulta privada hasta una edad avanzada. Siempre tuvo dos consultorios, uno en Mixcoac, donde vivía, y otro en Santa María la Ribera. Atendía a todo tipo de pacientes cobrando a cada uno según sus posibilidades.

A pesar de que participó en asociaciones femeninas como el “Ateneo Mexicano de Mujeres” y “Las Hijas de Anáhuac”, nunca fue invitada a alguna asociación o academia médica, consideradas exclusivas de los hombres.

En 1937, a los 50 años de haberse graduado Matilde Montoya, la Asociación de Médicas Mexicanas, la Asociación de Universitarias Mexicanas y el Ateneo de Mujeres le ofrecieron un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Matilde Montoya murió cinco meses después, el 26 de enero de 1938, a los 79 años.

La autora es:

Historiadora, Catedrática de la

Universidad Pedagógica Nacional


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