¿ESTÁS DESEMPLEADO?
Dos veces vi a mi padre quedarse sin empleo.
Papá tuvo una vida difícil: Para pagarse la universidad, fue repartidor, vendedor, fotógrafo y representante médico. Gracias a su esfuerzo, pudo acabar no una, sino dos carreras: Químico e Ingeniero Bioquímico.
Fue muy exitoso. Pero en la realidad, aun las personas más trabajadoras, competentes y responsables, llegan a quedar desempleadas.
Pero mi padre era un ejemplo de cómo encarar el desempleo activamente.
“Mi trabajo es buscar trabajo”
Su rutina comenzaba el Domingo muy temprano; tomaba la sección de empleos del Universal y nos daba a sus hijos la del Excélsior, con la consigna de buscar empleos en su especialidad.
Revisábamos aviso tras aviso, marcando con rojo los que parecieran más prometedores. Después los recortábamos y los pegábamos en un cuaderno.
Luego seguía el plan “B”: Encontrar ofertas para empleos que podría desempeñar aun cuando no fueran su primer campo de especialidad. “No hay que ponerse roñoso”, decía “el dinero se va como agua, y hay que considerar otras opciones”. Así, nos poníamos a buscar empleos relacionados a su experiencia y de menor nivel.
“Hay que ir a todas”, decía. “¿Quién sabe si voy a pedir esa chamba y resulta que hay otra oportunidad? Uno nunca sabe…”
Mi papá no dejaba cabos sueltos. Los lunes también comprábamos los diarios y los revisábamos por si salían nuevas ofertas. Todavía me parece verlo perfectamente bañado y afeitado, con camisa y corbata, terminando el desayuno que mi mamá le había hecho y tomando el teléfono dando las 7:00 de la mañana.
Recuerdo su entusiasmo. “Si quiere, puedo ir ahora mismo ¿cómo llego?”. No era extraño verle colgar el teléfono y con un “me reciben a las 9:00” apurar su café, tomar su portafolio y los periódicos y salir a todo correr.
De ahí, no lo volvíamos a ver a veces hasta las 9:00 o 10:00 de la noche, en que llegaba a platicarnos sus peripecias.
A partir del martes todo era más tranquilo. Se levantaba a las 11:00 de la mañana y se pasaba el día en pants y sin rasurar, viendo la tele y aprovechando sus “vacaciones”.
¡Ja, ja! ¡estoy bromeando!
La verdad es que mi papá no descansaba. Todos los días, si no debía salir a alguna entrevista, seguía la misma rutina: Se levantaba a las 6:30 de la mañana, desayunaba y luego se ponía a revisar las ofertas de trabajo en los periódicos.
Todos los días.
Luego, pasaba la mañana haciendo llamadas… hasta que surgía la posibilidad de alguna entrevista. “Claro que puedo ir, ahora mismo ¿cómo llego…?”
Ya para el viernes, se le veía agotado. Calculo que para entonces habría hecho unas veinte entrevistas. Realmente iba a todas.
En los días en que no tenía entrevistas, salía de casa, trajeado. ¿Se iba a tomar café y a jugar en internet? ¡Claro que no! De hecho, no existía el internet.
Se iba visitar a cuanto conocido podía, para contarle que estaba buscando chamba; y pedir alguna recomendación.
¿Cuáles eran los resultados?
Pues que después de algunas semanas, la “fortuna” le sonreía, en la forma de muchas ofertas de trabajo.
“¡Qué suerte tuviste!” le decían al ver lo rápidamente que había conseguido trabajo.
“¿Suerte? ¡ja, ja!” decía después, divertido.
Años después, por mi profesión de consultor, investigué en el tema de la búsqueda de empleo, y entendí los porqués del éxito de mi padre. Aquí algunos consejos:
No estás de vacaciones. Lo primero que debes tener en cuenta es que si estás en tu casa en horas laborables, es porque no tienes empleo. Mientras más tiempo permanezcas en esa situación, menos probabilidades tendrás de conseguirlo.
Comienza en Domingo. Los domingos tenemos una perspectiva más amplia de la semana por venir. Planifica tu semana de trabajo ese día. Esperar al lunes te puede hacer perder oportunidades.
Levántate temprano a diario. El cuerpo y la mente funcionan mejor cuando te levantas temprano. Esto es porque en el organismo se genera una hormona llamada lactasa, que hace que te sientas despierto.
Arréglate cada día como si fueras a salir a trabajar. Báñate, péinate, rasúrate o maquíllate (según sea el caso). Si te parece exagerado usar corbata o traje sastre, se entiende. Pero toma en cuenta el aspecto psicológico del asunto; es impresionante cómo bajan nuestros niveles de alerta, de energía y concentración cuando andamos “de fachas”. El cerebro y el espíritu reciben el mensaje de que no es necesario esforzarse. En cambio, cuando nos arreglamos, nuestra autoestima se levanta.
Establece una rutina de trabajo y apégate a ella. Esa rutina debe incluir hacer llamadas, enviar correos y mensajes vía redes sociales, acudir a entrevistas etc.
¡No te quedes en la casa! Cuando nos quedamos encerrados todo el día, solemos “bajar la guardia”; perdemos la sensación de urgencia. No cedas a la tentación de recuperar un hobby, llevar a los niños al cine, o irte a “hacer el súper” aprovechando que “estás libre”. Podrías estar perdiendo alguna oportunidad de oro por andar ayudándole a la tía Coty a “hacer su súper”. Si salimos de la casa, en el camino se va abriendo la mente, y a veces, surgen las oportunidades.
Ve a todas. No menosprecies ofertas que parecen poco atractivas. Podría ser que en el transcurso de la entrevista surja alguna oportunidad. También acudir a entrevistas te hace ocupar la mente; tienes que concentrarte, usar tus habilidades. Con ello, refuerzas la sensación de estar haciendo algo útil; eso es mejor que pasarse el día viendo series en la “tele”.
Considera “bajarte un nivel”. Muchas personas destrozan sus posibilidades por empeñarse en conseguir un empleo igual o mejor que el que tenían antes.
Pero el tiempo pasa, y lo cierto es que mientras más grande sea el lapso en el que has estado sin empleo, menores serán tus posibilidades de conseguir otro.
Manteniéndote ocupado(a), aumentarás tus posibilidades, y tendrás menos tiempo de preocuparte.
Tu trabajo es buscar trabajo.
Y recuerda: Dios sabe que no tienes empleo.
Para reflexionar:
¿Cuáles ideas puedes aplicar en tu vida, ya sea para conseguir empleo o para mejorar el que ya tienes?