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CÓMO SUPRIMIR LAS PREOCUPACIONES

El título de este artículo está inspirado en un libro de Dale Carnegie[1] que, en mi opinión, debería ser de lectura obligada en todas las escuelas.

En su libro, Carnegie dice, entre otras cosas, que la preocupación es un mal hábito.

En efecto, por alguna razón, siempre que tenemos tiempo para pensar, empezamos a preocuparnos por todo: Desde por si se nos está cayendo el pelo, hasta por el sentido de la vida; que si no me invitaron a la fiesta de los Pérez, que si estoy subiendo de peso, que si el jefe me vio feo, que si no calificó el Pachuca…

Lo primero contra lo que nos pone en guardia este autor es precisamente contra ese hábito. Estar pendiente de los propios pensamientos y detenerlos de inmediato.

Una forma de hacerlo es mantener la mente ocupada.[2] Pongámonos a trabajar, a crear, leamos algo constructivo, ayudemos a otros, pero dejemos de estarle dando vueltas a las cosas. De no hacerlo así, podemos terminar enfermos por el estrés que nosotros mismos nos provocamos.

En efecto, es notable cómo personas desempleadas, jubiladas o sin ocupación fija, son las que más se enferman. Y más del 90% de sus enfermedades son psicosomáticas, es decir, autogeneradas. En contraste tú y yo sabemos de personas que se mantienen ocupadísimas y rara vez se enferman. “No tengo tiempo para enfermarme” bromeaba mi mamá, cada vez que iba al médico, y seguía adelante ocupándose en mil cosas, a pesar de que padecía del riñón desde muy joven. Otras personas con padecimientos similares o menores, ponen eso como excusa para su inactividad. Se tiran en un sofá y luego se amargan de por vida, creándose cada vez más enfermedades. Suelen hacerse hipocondriacas,[3] quejumbrosas, y a menudo insoportables para los demás.

Pero si nos mantenemos ocupados y mantenemos una actitud positiva, podemos seguir adelante.

Para enfrentar un problema

Por supuesto, tendremos problemas. Carnegie ofrece una técnica excelente para enfrentarlos.

  1. Lo primero es anotar el problema. Algo que empeora las cosas es que no sabemos exactamente lo que nos preocupa. Responda a la pregunta “¿Qué es exactamente lo que me preocupa?” y anótelo. Ya esto es un avance.

  1. Pregúntese: “¿Qué es lo peor que puede sucederme?” Analice la situación valientemente y con honradez; imagine lo peor que puede suceder como consecuencia del problema que se presente. Mucho del daño que nos hace la preocupación, es que nos resistimos a aceptar las consecuencias.

  1. Prepárese a aceptar lo peor, si ello es necesario.

  1. Después de imaginarse lo peor que pueda pasarle, hágase a ello y acéptelo, esto le ayudará a recuperar la paz que perdió cuando se presentó el problema.

  1. Después, tranquilamente, proceda a mejorar lo peor. Dedique su tiempo y energía a tratar de mejorar lo peor que ya tiene totalmente aceptado, trate de dar con el modo y los medios de reducir la pérdida que le ocasiona el problema que encara. ¿Qué haría si me sucediera lo peor?

Dice Carnegie: ¿Por qué funciona esta técnica? Porque nos saca de las negras nubes en que andamos a tientas cuando la preocupación nos ciega. Hace que pisemos tierra firme. Sabemos dónde estamos. Y si no pisamos tierra firme, ¿cómo es posible que podamos pensar con fundamento en nada?

El profesor William James, padre de la psicología aplicada, dijo a sus propios alumnos: “Acepten que haya sido así… porque la aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier calamidad”.

La misma idea fue expresada por Lin Yutang en su muy leído libro “La Importancia de Vivir”. Este filósofo chino declaró: “La verdadera paz de espíritu viene de la aceptación de lo peor. Psicológicamente, creo que esto significa una liberación de energía”.

¡Así es, exactamente! Cuando aceptamos lo peor, ya no tenemos nada que perder. Y esto significa automáticamente que tenemos todo que ganar.

Por ejemplo, digamos que teme usted perder su empleo. Pregúntese “¿Qué es lo peor que podría pasarme?” pues quedarme sin trabajo y no tener un ingreso. “¿Qué haría?” pues quizá buscar otro empleo, comprar y vender cosas, etcétera.

Tómese un tiempo para escribir todo esto. Ahora, empiece si puede a hacer las cosas que haría de darse la situación no deseada. Por ejemplo, empiece a buscar trabajo desde ahora, investigue cómo poner un negocio, etcétera.

La mayoría de las cosas que le preocupan no suceden nunca

Piense en las cosas que le preocupaban hace cinco años. ¿Se acuerda de ellas? Probablemente no. Pero seguramente entonces le angustiaban. Ahora ni las recuerda. La pregunta es ¿si en cinco años ni recordará lo que le preocupa ahora, vale la pena angustiarse ahora?

Carnegie nos hace ver que el 90% de las cosas que nos preocupan no suceden nunca. Y aún aquellas que sí suceden, a menudo no tienen el impacto que temíamos.

Un buen ejercicio es anotar lo que le preocupa a usted en este momento. Escríbalo todo en una o varias hojas. Luego, guarde esas hojas en algún cajón. Pasados seis meses o un año, regrese al cajón y revise las hojas. ¡Le sorprenderá darse cuenta de que las cosas que temió, en su mayoría no sucedieron!

Entonces ¿para qué preocuparse ahora?

PARA REFLEXIONAR:

  • Elabora un plan para comenzar a aplicar las siguientes ideas: Ocupemos la mente. Seamos positivos. Analicemos y preparémonos. Y luego, salgamos a disfrutar de la vida.

EN RECUADRO:

El 90% de las cosas que nos preocupan no suceden nunca. Y aún aquellas que sí suceden, a menudo no tienen el impacto que temíamos.

[1] Carnegie, Dale; Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida.

[2] Por eso es que el trabajo es la mejor terapia, y es por eso que jubilados, desempleados y desocupados (“ni-nis” incluidos) tienden a deprimirse.

[3] Hipocondria: Trastorno mental que se caracteriza por una preocupación constante y obsesiva por la propia salud y por una tendencia a exagerar los sufrimientos, que pueden ser reales o imaginarios.

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