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AHORA VEO MEJOR

Celebramos al adulto mayor


Recientemente me operaron de cataratas de los dos ojos al mismo tiempo. Las cataratas se presentan generalmente en los adultos mayores y oscurecen la visión. Fue una experiencia maravillosa porque después de la cirugía, cuando me destaparon los ojos, pude ver a mi alrededor todo con mucha claridad y detalle; tanto que me asombré de todo lo que veía y luego tuve que usar anteojos obscuros para no deslumbrarme.


Lo primero que admiré fue la belleza de los árboles, las flores que riego diario, el cielo azul brillante y toda la naturaleza que encuentro en mi pequeño jardín que siempre recorro.


Mi experiencia, después de dos semanas de relativa tranquilidad y cambio de ritmo de trabajo, me llevó a pensar que muchas veces en la vida “no vemos claro” ni las alegrías, ni los problemas y, sobre todo, no queremos o no podemos ver, con precisión, la belleza y valor que tiene cada persona que nos rodea. Tenemos “cataratas” de: prejuicios, rencores, complejos, impresiones rápidas y falsas, falta de aceptación de las diversas personalidades de la esposa, esposo, hijas, hijos, compañeros de trabajo, familiares y amistades. Y llegué a preguntarme ¿juzgué sin poder “ver” que eran distintos a mí, porque mis “cataratas” emocionales y mi larga vida me lo impedían?


Me mandaron un bello poema que dice en su primer párrafo: “Cuántas veces hemos querido que los que amamos vean lo mismo que nosotros estamos viendo… Su despertar no es tuyo es exclusivamente de la otra persona”.


Los adultos mayores envejecen de forma diferente


En general a todas y todos nos preocupa llegar a la vejez o “tercera edad” con achaques que se no se pueden evitar. Una de las preocupaciones más grandes de las personas que ya cumplieron los 60 años es que, muy pronto y antes de lo que se imaginan, se enfrentarán con la vejez; así como los adolescentes que salen de un mundo conocido, la infancia, y se adentran a un mundo desconocido, la juventud. El adulto mayor, después de vivir la madurez, se va a enfrentar con la vejez y todas sus consecuencias.


Envejecer significa ir perdiendo capacidades como: energía, fuerza física, memoria, habilidades adquiridas y ser más vulnerable a las enfermedades. Desde luego, duele perder la belleza de la juventud y madurez, la fuerza física y, en muchos casos, la independencia física y económica y tener que depender de otras personas.


Ahora recuerdo muy bien cuando, muy joven, a los 16 años, me vinculé al grupo de la Juventud Católica Femenina Mexicana (JCFM) y me encontré con algunas mujeres que me llevaban más de diez años, todas ellas muy preparadas, generosas con su tiempo, entusiastas por comprometerse en favor de otras jóvenes. Invité amigas de mi edad y nos llamaban el Kínder del Comité; ahora que han pasado muchos, muchos años, conservo la amistad con algunas de las jóvenes mayores de ese tiempo que ahora tienen más de 90 años y les aseguro que son mujeres llenas de vida, con sabiduría, razonamiento claro y con la misma disposición de ayudar. Por algo en Oriente se valora tanto a los ancianos, lo que no así en nuestra cultura occidental.


La cultura occidental ha endiosado los valores de: la juventud, la belleza física, la fuerza física, el éxito, la salud, el placer. En cuántas ocasiones escuchamos, comentarios como: “Ojalá las mujeres u hombres ya muy grandes no formaran parte del grupo; necesitamos buscar personas jóvenes y mandar a la jubilación a las personas mayores”. Lo importante es trabajar en equipo y en grupos integrados por distintas edades. Nos equivocamos mucho cuando juzgamos a las personas de la tercera edad superficialmente y con prejuicios. Hay mujeres y hombres valiosos; adultos de la tercera edad que han continuado su vida, que han enfrentado con valor los desafíos y disfrutado las alegrías y, sobre todo, que tienen frente a sí sus logros alcanzados con sentido de responsabilidad, sacrificio y confianza en Dios: los padres y madres de familia, los artistas, los trabajadores de la salud, los políticos que buscan el bien común, los que trabajan voluntariamente en obras sociales o religiosas etc.


Por otro lado, no podemos negar que también en la vejez se pueden agudizar todos los defectos que no reconocimos y combatimos a tiempo como la visión egoísta e individualista que sólo busca el poder, el control y el éxito y, desde luego, el placer. Cuando llega la vejez, los defectos se agudizarán y, en algunos casos, se manifestarán como amargura, enojo o agresividad, lo que hará difícil la convivencia con los demás.


Parece que los adultos mayores ya no cambiamos, pero desde luego que lo hacemos para bien o para mal. Yo siento que ahora valoro y veo más claro, no sólo la naturaleza, sino a las personas que me rodean y que son tan distintas entre sí. Ahora que “veo mejor” me doy cuenta de que todo adulto mayor puede descubrir que los años en verdad limitan nuestro cuerpo, pero que también la experiencia de los años nos da: sabiduría, prudencia, serenidad, amor a la vida presente y futura y la aceptación de todas las personas que nos rodean.


Para tener una vejez fructífera hay que reconocer que Dios nos regala, con amor, el don de la vida y que no debemos permitir que las “cataratas” nos impidan ver con claridad.


Preguntas para reflexionar:

• ¿Te sientes y eres un adulto mayor? ¿Sí?, ¿No?, ¿Por qué?

• ¿Qué cualidades has desarrollado y cuáles otras puedes alcanzar? Menciónalas y comparte.

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