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APRENDER A DISFRUTAR EL AHORA

Vive tu vida como quieras recordarla.

Anónimo.



Con este nuevo año que empieza se nos abre una infinidad de posibilidades para ser felices. Esto nos puede llegar a abrumar si traemos a la mente los propósitos que no cumplimos el año pasado y surge en nosotros el temor de volver a fracasar; o si nos agobiamos por el futuro que todavía no llega. ¿Y si te dijera que el secreto de la felicidad es vivir tu “ahora”?

Esto lo aprendí hace un tiempo de dos personas: Roberto[1], enfermo con hemodiálisis en espera de un riñón y una mujer llamada Conchita.


Durante su adolescencia, Roberto tuvo una fuerte infección que le originó daño permanente en ambos riñones. Poco tiempo después su madre le donó uno pero su cuerpo lo rechazó. Ya es un adulto, está en espera de otro donante y tiene que someterse constantemente a hemodiálisis a las 4:00 de la madrugada.


Los que lo llegan a conocer, ignoran su problema pues vive alegre, feliz y con normalidad; disfruta su trabajo, es un esposo responsable e incluso buscó terapia para solucionar temas personales y ser mejor persona. ¿Y su enfermedad? Él dice que es parte de su vida y que hace lo que tiene que hacer para poder seguir viviendo y disfrutando cada día y cada momento. Así que, si llega o no el donante, eso no le impide vivir y gozar de la vida como él quiere.


Y Conchita no se queda atrás. Fue una mujer normal pero vivió su vida como pocos, aceptando y comprometiéndose con su “ahora”, sin dejar de vivir lo que quiso y las oportunidades que se le fueron presentando; decidió vivir. De hecho, murió sin anhelar absolutamente nada.


Una persona me compartió que, estando ella en la cama del hospital y sintiendo que le quedaba poco tiempo de vida, le dijo a una enfermera que ya la dejaran irse porque había paseado todo lo que quiso, había comido todo lo que quiso, había amado todo lo que quiso y había disfrutado todo lo que hizo.


Si pensamos que esta mujer pudo hacerlo porque no tenía problemas económicos o algún otro problema, contaba con una salud impecable o vivía sin preocupación alguna, es decir, que sus circunstancias le facilitaron esa forma de vivir, estaríamos afirmando que pocos lograrían alcanzar la plenitud en su vida.


La realidad es que la vida de Conchita no fue fácil. Su esposo trabajaba lejos, en otro Estado; tuvo una cirugía de columna que la dejó con dolor permanente; su hijo mayor se fue a un seminario, lejos de casa y lo dejó de ver durante años porque no siempre tuvo dinero para visitarlo; su segunda hija falleció poco después de nacida y cuando llegó su siguiente hijo, éste tuvo problemas neuronales que no le permitieron desarrollarse normalmente.


¿Y cómo pudo recordar su vida con esa satisfacción? Porque fue aceptando cada situación que se le presentó, comprometiéndose a vivir ese presente como parte de ella y sin que esto le impidiera vivir los otros aspectos que también son parte de la vida de cualquier ser humano.


Conchita disfrutaba cada comida y, si algo se le antojaba y podía comerlo, lo hacía sin pensarlo. Es imposible recordar sin sonreír que, cuando la llevaban en ambulancia de una ciudad a otra, los camilleros bajaron a una tienda y, cuando se lo comentaron, ella pidió que le compraran un Gansito[2] porque se le había antojado. Incluso minutos antes de morir, una de sus hermanas recuerda que estaba pelando una naranja y Conchita la olió, se le antojó y con todo y respirador pidió que le compartiera.


¿Y pasear? Ni se diga. No importaba si después tenía que tomarse una serie de pastillas para el dolor de su espalda; si podía salir, lo hacía. Incluso, buscó la manera de ahorrar para ir a visitar a su hijo a Italia.


Yo recuerdo que siempre gustaba de estar bien presentada. Nunca se quedó con ganas de comprarse algún vestido o alguna crema que la hicieran sentirse bonita. Tenía que comprar a crédito y poco a poquito iba pagando sus deudas. ¡Pero esta situación jamás le quitó el sueño! Ella disfrutaba sus compras y se organizaba para tener el dinero cuando tocaba el pago.


Pudiéramos tener el pensamiento erróneo de que vivió egoístamente y sin límites. La verdad es que no fue así. Conchita era una persona sencilla, generosa, que gozaba la vida y amaba a la gente.


Sus hermanos recuerdan que siempre buscaba ser conciliadora entre ellos. Si alguno se quejaba de otro con ella, no perdía tiempo en discusiones, simplemente no tomaba partido y trataba de comprender a todos. Si alguno necesitaba algo, incluso dinero, ella veía la manera de apoyarlos. Además, su sufrimiento no se lo cargaba a nadie. Al morir, su familia encontró un cuaderno con poemas que escribía para desahogarse.


El secreto de esta admirable mujer fue que buscó vivir lo que la vida le iba presentando, disfrutando de su “ahora”, sin que preocupaciones por cosas del pasado, del presente o del futuro la distrajeran de ello.


Reflexiona:


● ¿Hay algo en tu vida que te ha robado tu tranquilidad y felicidad y por lo cual no te has permitido disfrutar de lo demás? ¿Qué puedes aprender de estos dos ejemplos? AF



[1] Nombre ficticio para proteger la identidad del paciente. [2] Una golosina que se consume en México, un tipo de pastelito muy comercial.

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