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Autoestima y familia

“La felicidad no depende del tamaño de la casa sino del amor que hay en la familia”

(Anónimo)

 

En el artículo anterior hablamos de cómo el amor puede sanar a las personas y transformarlas en una mejor versión de ellas mismas de tal manera que puedan también contribuir a la construcción de un entorno bueno para todos.

 

También comentamos que las personas no nacemos sabiendo amar, ni si quiera a nosotros mismos. Sin embargo, esto lo podemos aprender y el medio natural para hacerlo es la familia.

 

En la familia es donde, desde niños, vamos construyendo nuestro sentimiento de valía y amor propio (autoestima), lo que nos permitirá amar a los demás. Y esto es porque, como ya lo decíamos, es ahí donde encontramos amor, comprensión y apoyo.

 

Este tema es tan importante que en varias escuelas implementan programas como “escuela para padres” en un intento por proporcionarles a las familias herramientas o guías para educar a sus hijos en un ambiente amoroso que contribuya a la construcción de su autoestima. Vamos a ver algunos ejemplos de ello.

 

En primer lugar, es necesario que los papás sean conscientes de que cada hijo es diferente y por ello es valioso tal y como es. Así mismo, es importante hacérselos saber y sentir. Esto se logra escuchándolos con atención para descubrir sus intereses naturales, sus inquietudes, sus miedos o inseguridades, etc. Al respecto, hay que cuidar no ridiculizarlos ni minimizar lo que nos compartan.

 

Hace tiempo escuché a una mamá quejarse de una de sus hijas y decir: “es que ya no sabe cómo llamar la atención… como no lo sabe hacer de manera positiva, lo hace de manera negativa haciendo cosas para molestarnos”.

 

Esta mamá tiene razón en una cosa: su hija está queriendo llamar la atención, pero no por querer molestar al resto de la familia, sino porque está teniendo una necesidad que no le están satisfaciendo (por ejemplo, que se siente sola y desatendida) y no sabe cómo decirlo. Y aunque la mamá cuida de no expresarse así delante de su hija, su comportamiento hace sentir a la niña más sola, desatendida e incomprendida.

 

Si le preguntaran a esta niña qué necesita o quiere de sus padres, ella daría respuestas que indicarían su necesidad. Por ejemplo: “mis papas nunca hacen la tarea conmigo, siempre están cansados para mí y cuando les cuento algo se muestran distraídos y no me ponen atención, cuando les cuento algo se burlan de mí o me dicen que no exagere, se muestran desesperados o impacientes porque me corto[1] y no se dan cuenta que estoy muy enojada, constantemente se la pasan felicitando a mi hermano mayor mientras que de mí se quejan o me regañan todo el tiempo, se la pasan comparándome con mis hermanos, se molestan si no hago las cosas, pero cuando las hago mal también se enojan”, etc.

 

Otro aspecto importante a cuidar son las demostraciones de cariño tanto físicas como verbales. Por ejemplo, podemos utilizar expresiones como “te amo”, “te felicito por tu esfuerzo/logro”, desearles buenas noches o que les vaya bien en la escuela, etc.

 

Una dificultad hoy en día es el tiempo. En muchas familias, ambos padres suelen trabajar. Sin embargo, varios logran tener con sus hijos tiempos de calidad, por ejemplo, revisan la tarea, cenan juntos y platican, leen con ellos antes de dormir, los fines de semana y en vacaciones comparten actividades, se esfuerzan por irlos a ver a los festivales escolares, etc.

 

En ocasiones los padres no saben cómo demostrar su cariño e intentan hacerlo de una manera que no siempre es la más adecuada. Por ejemplo, no les ponen a sus hijos ningún tipo de límite dándoles todo lo que les piden; esto incluye tanto cosas materiales como permisos. Aunque parezca contradictorio, esta actitud de los papás hace sentir a los hijos que a los padres no les interesan y, por lo tanto, que tampoco los quieren.

 

También el acompañamiento se vuelve fundamental para que los hijos se sientan amados. Esto es, fomentar que los hijos tomen decisiones y asuman responsabilidades, pero sabiendo que están ahí los papás para aconsejarlos o apoyarlos.

 

En varias ocasiones me he encontrado con mamás preocupadas porque sus hijos no sufran y en este afán, les resuelven cualquier problema o no les permiten vivir su vida. Pero después, llegan a terapia preocupadas porque sus hijos dependen totalmente de ellas y no pueden tomar decisiones por sí mismos por inseguros o por miedo a equivocarse.

 

A veces olvidamos que tanto el sufrimiento como el equivocarse es parte de la vida. Por lo que es importante enseñarles a nuestros hijos a afrontarlos y esto lo podemos hacer mediante el ejemplo. ¿Cómo? Reconociendo tus errores, teniendo paciencia cuando se equivocan ayudándolos a encontrar aprendizajes o soluciones, hablando/compartiendo sentimientos, animándolos a tomar decisiones o probar cosas nuevas (sin presionarlos) haciéndolos conscientes de que se vale equivocarse, etc.

 

Ojalá que ahora que empezamos un nuevo año, dentro de nuestros propósitos esté el contribuir a que cada miembro de nuestra familia se perciba aceptado y muy amado. Y si no sabemos cómo hacerlo, no temamos buscar ayuda profesional.

 

Para reflexionar:

● ¿Cómo demuestras tus emociones y tu afecto a tus hijos?

● ¿Los escuchas realmente e intentas comprenderlos?


[1] Cuando una persona se corta intencionalmente se llama “Cutting” y lo hacen para intentar aliviar algún dolor o sufrimiento emocional provocándose uno físico.

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