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El don de la maternidad

Leticia Coronado Estrada



Mientras escribo el presente artículo, me entristece el recuerdo de algunas noticias que he leído en las últimas semanas:

- Miles de mujeres marchan por las calles, exigiendo, de manera violenta el aborto legal y gratuito. Entre sus pancartas hay mensajes violentos: “Saquen los rosarios de nuestros ovarios”, “Ser mujer no es sinónimo de ser madre” o “Tengo derecho de hacer con mi cuerpo lo que me plazca”. No entienden que el bebé que una mujer lleva en su vientre es autónomo, con derechos propios. ¡Tiene el derecho a la vida!

- Jóvenes que, aduciendo que desean progresar profesional y económicamente, evitan embarazarse a toda costa, como si un bebé fuera una enfermedad o una maldición.

UNA EXPERIENCIA DE VIDA

Al leer dichas noticias, no puedo dejar de pensar en todas aquellas parejas que desean con vehemencia tener hijos y no lo logran. Estoy segura de que muchas de esas jóvenes son manipuladas y son víctimas de una ideología anti - familia, la cual promueve la cultura del aborto, de la violencia y de odio contra las instituciones que promueven la vida.

Hace años escribí un artículo titulado “El valor de la vida”, en el cual relaté mi experiencia con la maternidad, la cual considero uno de los regalos más maravillosos que he recibido de Dios. Vuelvo a escribir al respecto, con la visión enriquecida por el paso de los años. Mi primera hija llegó cuando mi esposo y yo teníamos un año de casados: fue una gran alegría que se tornó en llanto, pues tuve un aborto espontáneo cuando la bebé Estefanía tenía casi seis meses de gestación. Fue una de las experiencias más dolorosas que he tenido. Pasaron cuatro largos años hasta que volví a quedar embarazada. ¡Qué felicidad! Recibí atención médica en el Hospital de Perinatología [1] y si bien, la atención médica recibida fue buena, pude experimentar situaciones no gratas. Yo ya tenía 38 años de edad y estaba consciente de que mi embarazo era de alto riesgo, aunque no tuve problemas de salud. Un día me citaron para que fuera a una reunión de médicos, quienes me hicieron saber que mi bebé estaba en grave peligro, pues yo era muy grande de edad; sin hacer ningún estudio, argumentaron que lo más seguro es que la bebé tendría defectos físicos o que tendría síndrome de Down, por lo que me sugirieron que debería abortar.[2] No lo podía creer. ¿Acaso son Nazis? (pensé).

- ¿Que mate a mi hija, solo porque posiblemente tenga un defecto físico? En verdad que me sentí dentro de una película de terror. Tuve que firmar un absurdo documento en el que explicaba los motivos por los cuales no aceptaba matar a mi hija. Bendito sea Dios, Alejandra nació muy bien, hermosa y sana. Antes de salir del hospital, me invitaron a que regresara para que me hiciera una ligadura de trompas de Falopio y evitar un nuevo embarazo. La enfermera me dijo: “Es que los hombres son unos ca…” ¿Por qué insulta a mi esposo? Él es respetuoso, le contesté. Obviamente, no acepté: ¡Soy católica!, le dije…

Transcurrieron cuatro años y, para nuestra sorpresa, descubrí que estaba embarazada nuevamente: ¡santanazo!, dijeron las abuelitas. Obviamente me preocupé, pues ya tenía 42 años de edad; sin embargo, la alegría de una nueva vida fue más grande que el miedo.

Recuerdo las expresiones de las doctoras y enfermeras, cuando iba a mis consultas médicas. Regaños, malos tratos… ¡cómo se me había ocurrido embarazarme! Un buen día, después de que una doctora nos regañara a mi esposo y a mí reflexioné: ellas no tenían ningún derecho de maltratarnos: ¿o acaso iban a pagar la educación del bebé? Sugirieron que matáramos al bebé y, obviamente, nos negamos.

El embarazo se complicó, pues tuve placenta previa [3] y acreta [4]. En pocas palabras, ¡volví a nacer! Me regañaban por la edad. Sin embargo, en mi cuarto de hospital de la clínica de especialidades del IMSS había pacientes que padecían lo mismo que yo, pero una tenía 19 años, otra, 29 y otra más, 35. Una enfermera nos regañaba a todas:

- Para usted, ¿cuál es la edad mejor para tener un hijo? Pregunté.

- ¡Mejor no tengan hijos!, respondió. Los hombres son unos hijos de la… (otra vez el insulto a los varones).

El parto fue muy difícil. Bendito sea Dios, el bebé nació perfecto, guapo y sano. Pero yo, estuve muy grave: once días en terapia intensiva, pues tuve cuatro cirugías en el transcurso de cuatro días, intubada, con neumonía, un pulmón “ponchado” y tres paros respiratorios. Estoy segura de que fue un milagro, pues a mi familia le pedían que comenzaran a tramitar mi funeral, pero Dios tenía otros planes (gracias a todos los que oraron por mí). Contra el pronóstico de los médicos, salí sana y salva y sin secuelas. No recuerdo muchas cosas, pero no olvido a una doctora que me preguntó, antes de salir de terapia intensiva:

- Pero, ¿quién te permitió tener un embarazo tan peligroso?

- Pues… ¡Dios!

- Si por mí hubiera sido, no lo habría permitido; yo habría abortado a ese bebé desde los primeros meses de tu embarazo.

El ahora adolescente, José Alonso ha sido motivo de alegría, pues es amable, dulce y responsable. Dios tiene sus tiempos y sus planes.

A la distancia, recuerdo los acontecimientos en los que hubo más luz que sombras. Sin embargo, no dejo de pensar en todos aquellos mensajes negativos que recibí sobre los varones, por parte de algunas profesionales, no todas (doctoras, enfermeras y trabajadoras sociales) ¡cuánto odio contra ellos! Si les hubiera hecho caso, no tendríamos nuestros hijos: me habría perdido de la hermosura de ser madre. Gracias a Dios recibí una adecuada formación en mi casa, pues mis papás me enseñaron el valor de la vida, la dignidad de la mujer y del hombre y el amor a Dios y a la familia. Es cuando entiendo el actuar de las jóvenes que mencioné al inicio del artículo: ¡cuántas de ellas han recibido información negativa sobre los bebés, los hombres y la maternidad! Claro, muchas de ellas han sido víctimas de violencia,[5] pero ésta no se resuelve con más violencia. ¿Y qué acto más violento que el matar a un ser indefenso, en el vientre materno?

¡Qué importante es inculcar a los y las jóvenes el amor y el respeto a la vida, el no dejarse influir por ideologías de muerte, que solo tienen como objetivo destruir todo lo bello de la vida!

En verdad que la maternidad es una bendición. Es el gran regalo que he recibido del Señor.

PARA REFLEXIONAR:

- ¿Cómo puedes fomentar el respeto a la maternidad en tu familia y en tu comunidad?



[1] Perinatología es el estudio del bebe dentro del vientre y manejo de embarazos de alto riesgo. También es llamada medicina perinatal. [2] En aquellas fechas se había aceptado “La ley Robles”, en la que se permite el aborto de bebés con malformaciones en la CDMX. [3] La placenta es una estructura que se forma dentro del útero durante el embarazo y proporciona oxígeno y nutrición al bebé, a la vez que elimina sus desechos. La placenta previa ocurre cuando la placenta del bebé obstruye de manera total o parcial el cuello uterino de la madre (la salida del útero. [4] La placenta accreta es una afección grave que ocurre durante el embarazo cuando la placenta se adhiere profundamente a las paredes uterinas. [5] Ese es un tema que no debemos olvidar: la violencia contra las mujeres se manifiesta de muchas maneras en todos los ámbitos de la sociedad.



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