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SORPRESAS DE MARÍA

La Ciudad de México, además de ser bella y centro de la vida económica del país, cuenta con gran número de museos que albergan pinturas de muy variado género y también llama la atención por su arquitectura moderna o antigua. Uno de esos museos está en una estrecha calle a un costado del Palacio Nacional y a muy poca distancia de la Catedral Metropolitana. Ese museo forma parte de lo que fuera en tiempos de la Colonia, el Palacio Arzobispal de Fray Juan de Zumarraga.

 

En cierta ocasión fui, por cuestiones de trabajo a recorrerlo y disfrutarlo; pero una pequeña placa de metal colocada en uno de los pasillos llamó mi atención y mi sorpresa fue que solo atestigua que en ese lugar Juan Diego había extendido su tilma con la imagen de la Virgen de Guadalupe impresa en ella para asombro del propio Arzobispo y de todos las ahí presentes. Era la primera vez que se conocía el rostro de la Virgen impreso tal y como ella quería mostrarlo al mundo.

 

Para mí fue una sorpresa encontrarme en ese lugar que nunca había tomado en cuenta y entonces me di cuenta de que para la Madre de Dios, las sorpresas son  un modo de llevar y mostrar a Jesús a los seres humanos.

 

Hay muchas sorpresas en torno a la Virgen. La primera seguramente fue la de Santa Isabel al recibir a María que llevaba en su seno al Salvador del Mundo y dejarse cuidar por ella; sorpresa la de los pastores al recibir el anuncio de los ángeles; después esto María parece ocultarse, pero nos muestra su poder intercesor en las “Bodas de Cana de Galilea”.

 

A través de los siglos María está presente y se queda en imágenes de los grandes pintores, en esculturas o imágenes encontradas casualmente o llevadas por las olas del mar, pero en todos los casos encontramos el ingrediente “sorpresa”.

 

Pero llegaría el año 1521 en el que una parte del mundo, hacía poco desconocida, había sido ya descubierta y conquistada por españoles utilizando mil métodos para someter a sus pobladores; en el aspecto religioso había pocos avances porque los indígenas tenían costumbres y creencias muy peculiares y muy arraigadas que entorpecían y dificultaban la labor de los misioneros, pero la Virgen  Santísima vendría en su ayuda.

 

Para llegar al corazón y trasmitir su mensaje evangelizador utilizó la Virgen a un indígena ya cristianizado que tenía que cruzar un monte para llegar a su destino y ahí fue el encuentro.

 

La Virgen sorprendió a Juan Diego, pero su belleza, ternura y un lenguaje sencillo en el idioma nativo lo conquistaron y respondió a sus peticiones, pero los altos mandatarios a los que llegó le pidieron “una prueba” y así se lo hizo saber a Nuestra Señora; prueba que entregaría al día siguiente.

 

Pero al llegar a su casa encontró que un familiar estaba moribundo y decidió dar prioridad a esa situación por lo que cambio su camino acostumbrado para no encontrarse con la “Señora” y así lo hizo; pero cuando el indígena Juan Diego iba por diferentes caminos del cerro y sintió un extraño ambiente lleno de aromas de flores, y debió llevarse una gran sorpresa al encontrarse, de pronto, con la Santísima Virgen a la que estaba esquivando, pero que lo llamaba.

 

 Sí, la presencia de la Virgen de Guadalupe en nuestro país, estuvo llena de sorpresas: sorpresa la de Juan Diego al ver a María con un atuendo que tenía muchos significados para  una gran porción de los habitantes de México en ese momento, entre otros anunciaba que nos traía al Salvador al Nuevo Mundo y no lo hizo con palabras sino con un simple lazo negro que pendía de su cintura pero que era un mensaje claro para los indígenas, sorpresa también porque le pedía, en su propio lenguaje, llevar un mensaje al Arzobispo Juan de Zumárraga; sorpresa porque Juan Diego aceptó el encargo sabiendo las dificultades a las que se enfrentaba.

 

Juan Diego debió quedar sorprendido cuando la Santísima Virgen, de la cual huía, le salió al paso y le mandó cortar rosas en un cerro árido y despoblado y llevar ese encargo al Arzobispo Don Juan de Zumárraga. Pero, sin duda, la mayor sorpresa de todas fue la del Prelado al extender la humilde tilma y ver la imagen de Nuestra Señora.

 

Pero las sorpresas no paran, basta que les demos valor y sentido a los millones de peregrinos que llegan ante ella para pedirle sus bendiciones y favores. La Virgen de Guadalupe nos sigue sorprendiendo con milagros y favores.

 

Para reflexionar:

● ¿Conoces bien la historia Guadalupana?

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